Un motivo musical

Nos escondimos como dos ladrones en una de las habitaciones sin atrevernos a prender una vela, sin atrevernos ni siquiera a hablar. La desnudé despacio, recorriendo su piel con mis labios, consciente de que nunca más volvería a hacerlo.

Él le pidió la prueba de amor. Ella lo dejó libre.

Cuando pensabas que nada podía ir bien,  que los planetas se alineaban en tu contra  y que estabas predestinada a que todo lo malo te pasara siempre a ti.  Cuando te aferras a los buenos momentos,  a esos breves, pero buenos momentos. Es entonces cuando se enciende la lucecilla al final del túnel y aparece ese hilo de esperanza que te hace creer que quizá algo bueno puede estar esperándote.

¿Debemos conformarnos con lo que tenemos  única y exclusivamente  porque nos hace felices a ratos?  Porque esos ratos, por pequeños que sean,  compensan el resto.  ¿O debemos buscar la plena felicidad?  Esa que sabemos que no podemos conseguir con la persona que nos gustaría,  porque no quiere, no puede, o simplemente no es el momento.  Porque quizá no estáis predestinados, no eres su media naranja  o él no es tu medio limón, no surge, no fluye o no eres suficiente.  Desde pequeños deberían enseñarnos a decidir, a valorarnos y a valorar,  a hacernos respetar. A no "conformarnos", sino a mantener  a tu lado solo  a  esas  personas que quieren estarlo.  A exigir que te den, mínimo, lo que tu les das.  A darlo todo cuando alguien lo da todo también por ti.  A arriesgarse, y ya se verá qué pasa después.  Y, sobre todo, a huir de aquello que nos hace daño.  Porque la vida es demasiado corta como para ser felices solo a ratos.